Paseo por un parque, un hermoso parque que rodea a un bonito lago habitado por numerosas especies de aves y de peces. Un escenario digno de un romanticismo épico, por lo tanto, escenario perfecto para describir lo que puede suceder a mi alrededor.
Paseo por el parque y veo jóvenes y ancianos, veo niños y niñas jugando, veo sonrisas, pero también lágrimas.
Voy en pos de una historia, deseo describirla.
Siempre camino por la luz, por la claridad y el calor. Me reconfortan y ayudan a concentrarme mejor para encontrar mi historia. Entonces es cuando empiezan a aparecer de la nada parejas rebosantes de esto que busco describir, aun sin comprenderlo.
“¿Qué busco?”, me pregunto a mi mismo al momento.
Parece ser pues que ni me entiendo, y sin embargo sigo al encuentro.
Éste es un parque exclusivo, apenas si se le concede el paso a la edad o a la distancia, y esto me provoca un deseo extasiante de escribir, o más bien de describir.
Pero sigo caminando junto con mi arma más poderosa: Mi empatía, que ahora se encuentra eufórica, nerviosa, ¡delirante!
Capto las sensaciones del ambiente, siento las lágrimas sin dolor, las siento con pasión, con ternura, las siento como si las recibiera. Sigo caminando sin preguntarme por qué las parejas me muestran sus sentimientos tan abiertamente al pasar yo por delante, cosa que no puedo ignorar. Yo, que busco eso más que nadie, que reboso de deseos de compartirlo hasta el punto de derramar esas emociones sobre mi propia alma. Acaricio mis sentimientos, pues son lo único que tengo para amarme a mí mismo y a los demás, pero debo seguir concentrado, debo encontrar la historia que quiero describir.
Entonces, cuando trato de concentrarme, caigo en la cuenta.
Ahora empiezo a conocer la realidad, ¿cómo no lo he visto antes? Todo empieza en mí, y todo acaba en mí. He tenido tan presente mi deseo de amar y de ser amado, de describirlo en todas las formas posibles que irremediablemente he acabado convirtiéndome en aquello que busco.
Amor.
Soy yo, soy Amor.
He tenido tanta devoción hacia ese sentimiento, para sentirlo, para obtenerlo, que sin más he acabado convirtiéndome en eso mismo.
Todo cobra sentido y color, ya tengo la inspiración, he encontrado mi historia.
Me doy abiertamente a los demás, y no necesito recibir nada a cambio porque yo mismo soy los propios sentimientos de los demás, hacia los demás. Todos me sienten en su interior, y eso, inefablemente me llena sobremanera.
Entonces sonrío al preguntarme cómo he podido sentirme tan sólo todos estos años.
Ahora reboso reciprocidad.
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