*Daga de Podredumbre*
Atento viajero, parece que la taberna cerrará pero nos dejará pasar el resto de la noche frente al fuego por unas monedas, ¿te parece bien? Perfecto, prosigamos.
A nuestro herrero le quedaban aún tres forjas por visitar, gracias a las cuales su camino de vida sería completado, además de pasar a considerarse una auténtica leyenda. Se encaminaba hacia aquella fragua situada directamente en la cima de un volcán aparentemente inactivo, la forja vulcaniana.
Para llegar debía atravesar un pantano, el famoso pantano donde cierto coven de brujas vivía. Zha’kor ya había experimentado con la magia gracias a la forja feérica, pero la brujería es otro cantar y su curiosidad lo llevó a adentrarse más de la cuenta en el pantano, desviándose ligeramente de su camino para encontrar a ese coven, y ver hasta dónde le podría llegar la inspiración hablando con sus miembros.
Por supuesto cayó inconsciente apenas al caminar unos pocos metros. Su ímpetu siempre puso en juego su propia vida, y en ese caso su renombre no lo salvaría.
Mientras lo transportaban recuperó la consciencia, y escuchó atentamente cada una de las palabras que decían acerca de su sacrificio y del poder que albergarían por ello. Todo parecía indicar que su fin se acercaba peligrosamente, pero entonces nombraron una daga ritual con la que consumarían dicho sacrificio, y su ambición profesional salió a relucir.
Le permitieron un último deseo, y éste fue: “Quiero forjar una daga ritual a la altura de vuestro coven”. Como imaginarás, su deseo fue concedido y pidió dar un paseo para que el propio pantano lo inspirase, aunque ya tenía claro lo que buscaba. Allí crecen las famosas ratas gigantes de la inmundicia, y precisamente era lo que buscaba.
Verás, las brujas poseen poderes sobrenaturales y oscuros, lo único que podía llamarles la atención era forjar una daga con propiedades únicas, y así creo la Daga de Podredumbre.
Para la hoja usó la quijada de una rata gigante de la inmundicia que encontró, así como toda una cabeza más pequeña para el pomo, y las unió en comunión bajo las brasas de las hogueras de las brujas. Como herrero conocía las propiedades de cada material que usaba, y conocía bien las del mordisco de aquellas ratas, así como de la combinación de varias muelas como sierra de corte y sumadas a las hierbas ponzoñosas con la que avivaban las llamas.
Se presentó ante la representante del coven, y mostró el poder de la daga. La imponencia de la daga ya captó su atención, pero entonces clavó aquel arma en un altar de madera viva, y enseguida comenzó a retorcerse y a tornarse negruzco hasta desmoronarse, totalmente podrido. Después la introdujo en las llamas, y se tornaron verdes y negras.
Zha’kor estuvo orgulloso de su creación, y moriría feliz con ese pensamiento, pero una vez más logró lo que nadie jamás hizo: las brujas se retractaron. Los espíritus que las rodeaban les desaconsejaron destruir a quien había creado el origen de tanta destrucción presente y futura, y lo dejaron marchar bajo una premisa. Si volvían a verlo, completarían el sacrificio, por lo que nunca dejó de serlo.
Tras eso continuó su camino, sin creerse del todo la suerte de la que había gozado en esa situación, pero la aceptaría para continuar hasta una de las siete forjas más antiguas del mundo.
Entonces llegó a las kilométricas cascadas del cielo, ¿conoces esa parte de la historia, verdad? Pero espera, te contaré algo que nadie oyó jamás. La verdadera causa de su próxima creación… pero antes, un buen último trago, mi garganta casi parece un zapato de tela.
Mauricio Folk
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