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viernes, 15 de septiembre de 2017

~Fantasía de la Realidad~



Sentado entre penumbras e iluminado por la luz del ordenador, él comenzó a escribir. Eran altas horas de la madrugada, y no lo hacía porque le apeteciese, ni porque lo deseara; más bien lo necesitaba
Él escribía lo que veía a su alrededor, lo que vivía no más, sólo lo que veían sus propios ojos. Prácticamente se delataba a él mismo y nadie se daba cuenta, es más, a nadie le sorprendía que lograra ver ese tipo de cosas extraordinarias.
Una vez escribió cómo vio a un cuervo llorar, y por precioso que aquello fuera, la gente apartaba inconscientemente de su cabeza que algo como eso, tan natural, pudiera  llegar a ser real, encasillando tal experiencia en fantasía.
Esto no hacía más que amedrentarlo en cierta medida, no así, de algún modo seguía empeñado en hacer creer a los demás que todo era real, que no sabían mirar. Siquiera sabían leer una verdad.
Más tarde, vio a un muerto levantarse y sonreírle a la cara, más eso fue lo que el pobre relatante ilusionado escribió, esperando que la gente pudiera comprender esa verdad tan real. También historias sobre cómo logró conocer la existencia de elfos y hadas, de cómo lograba hacerse invisible, incluso de cómo logró hablar con los espíritus.
Pero nadie le creyó. Nadie comprendió que el escribía verdad y no fantasía, todos se negaban a aceptar la realidad de sus escritos.
Entonces decidió que quería que la gente, de alguna manera, llegara a ver dicha realidad, por lo que optó por pasar sus relatos reales a la fantasía, con lo que increíblemente ganó veracidad entre dichos espectadores y lectores.
Y fue entonces cuando escribió que en lugar de ver a un cuervo llorar, vio a un pobre inmigrante añorar a su tierra natal.
En lugar de escribir cómo vio a un muerto levantarse y sonreírle, relató la historia de un pobre chico que creció sin familia e infeliz, y de cómo mientras se dejaba caer en el pozo de la desesperanza, un amigo lo ayudó a salir de su depresión y le inculcó el valor de luchar por uno mismo para ser feliz, hasta el punto de no dejar de sonreír.                                                                                
En lugar de elfos y hadas, escribió un cuento sobre como un niño conoció la manera de no sentirse sólo a través de sus muñecos y peluches, los cuales llegaban a ser sus más fieles compañeros.   
En lugar de describir cómo lograba hacerse invisible, pudo escribir sobre cómo las personas podían llegar a sentirse solas rodeadas de gente, e incluso cambió su historia sobre cómo se comunicaba con los espíritus, por un pequeño relato sobre la forma en que se comunicaban secretamente los niños de un internado, que, aun no conociéndose, se dejaban mensajes en el vaho de los espejos del baño, los cuales aparecían días más tarde cuando estos se volvían a empañar.
En definitiva, pura fantasía.
Entonces el relatante terminó divagando sobre cómo las personas podían llegar a ver más real la fantasía descrita, que la realidad de la que esta misma variaba.

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