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lunes, 14 de agosto de 2017

~Amor de Hija~




Nunca se sabe que tiempo hará el día que toca ir a un entierro. 
Aquella mañana amaneció nublada, con nubarrones negros que anunciaban una inevitable lluvia borrascosa y que aun así no dejaba caer ni una gota. El olor otoñal se mezcla con el de la tierra recién removida y el viento imponente se hace notar entre los presentes.
Un padre y una hija, asidos de la mano, no dejan de mirar la fría lapida de piedra donde reza grabado el nombre de una mujer.

Parientes y amigos se van marchando poco a poco, todos apenados y con lágrimas notables en los ojos, rojos e hinchados, hasta que el padre y la hija quedan solos.

La pobre niña de tan solo siete años aprieta la mano de su padre, aún sin mirarlo. El padre conmovido no puede evitar el sentimiento de culpa; hacía meses que se había separado se su recién fallecida exesposa, pues ésta no podía seguir con una relación en la cual él se desentendía de su propia hija, a la cual apenas prestaba atención e incluso ignoraba.
Ahora, obligado a obtener la tutela de la pequeña y a criarla, vio lo ruin que fue su comportamiento con ella, lo cual le atormenta, pero está decidido a remendar su error.

-Tranquila hija -le susurra tras el apretón de su pequeña mano-, ya pasó todo mi niña, no estés triste. Yo estoy contigo y siempre lo estaré, te lo prometo.
-Papá me alegro de estar contigo -la voz de la pequeña suena cálida, y cuando mira a su padre, en sus ojos no hay nada excepto vacío existencial, pero ni una sola lágrima. El padre sonríe a medias, parece demasiado madura para su edad-. Desde que te fuiste todo cambió en casa y Mamá ya no era la misma. Ya no jugaba conmigo ni me cantaba, solía estar más atenta a soledad que causó tu ausencia que de mí… eso me hacía ponerme muy triste.

El padre apenas puede sostener su compostura; la culpa se le suma a la inconmensurable pena que siente en ese momento, frente a la lápida de la mujer que mas amó y amaría en toda su vida.
-Siento mucho que hayas tenido que pasar por esto preciosa, lo siento de veras… -la voz se le quiebra al final mientras se le escapan un par de lágrimas, que ansiosas van a recorrer su rostro demacrado.
-No te preocupes Papá, yo siempre recordé la frase que me dijiste al marcharte, ¿te acuerdas Papi? Dijiste que fuese fuerte y que así siempre habría un camino para conseguir lo que me propusiera.

Al Padre se le escapa una sonrisa. Por lo visto, a su hija no se le ha olvidado el único consejo útil que probablemente le habría hecho a la pequeña en toda su vida, y justo en el momento en que se marchaba de su lado. 
Ahora viviría con él, tenía otra oportunidad. Decidido, mira fijamente aquella lápida gris e imponente, prometiendo responsabilidad mientras la lluvia empieza a caer sobre sus hombros.
Rápidamente se quita la chaqueta y se la pone a la niña mientras responde a su pregunta.

-Claro que me acuerdo mi niña, me alegra que lo recuerdes.
-Nunca lo olvidaría papaíto, por eso Mami esta muerta y ahora yo estoy contigo, como yo quería Papi -la niña sonríe felizmente frente a la atónita mirada del Padre mientras lo abraza y le susurra cariñosamente-, ¿verdad que me dedicarás tiempo y me querrás mucho?

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