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lunes, 14 de agosto de 2017

~La Mujer de las Sombras~



Ya estaba listo.
Quizá no tuviera a quien contárselo, quizá nadie le llegaría a creer, pero aquello que le ocurría cada noche al desvelarse desde hace tiempo no quedaría en la inexistencia. Ese hecho quedaría bien relatado en aquellas páginas guardadas en un sobre y encerradas en su escritorio.
Ya le había ocurrido, siempre en las noches sin luna, cuando mas sombras surgían en su habitación. Sabía lo que le esperaba aquella misma noche, estaba preparado para ello y aun así temblaba con la sola idea de llegar a despertarse antes de hora.
La idea no le agradaba, por lo que rápidamente se tapó hasta la cabeza.
“Maldita sea” murmuraba en su cabeza una y otra vez al comprobar que no podía dormir. ¿Cuántas horas habían pasado ya?, prefería no preguntárselo pues a esas alturas cualquier tipo de sonido que pudiera producirse en ese momento lo preocupaba más.
El mecer de la cuna de su hermana pequeña, la voz de la tele bajita desde el salón, el silbar del viento... Y de pronto, un sólo sonido comenzó a manifestarse dentro de su habitación.

~Rash… rash... rash…rash…~

Sus temores se personificaron al instante, no había nada que justificara aquel sonido que se producía al rasgar hojas de papel. Nada excepto ella.
El chico se incorporó tembloroso para prestar atención a la escena que se le presentaba en aquel momento.
Una mujer sin rostro y rodeada de sombras, siempre rodeada de sombras, las mismísimas de su habitación. Siempre impecable y serena, se encargaba de hacer lo mismo cada luna nueva: Llegaba, rompía los escritos que hablaban sobre ella y a continuación se quedaba mirando al muchacho durante toda la noche, con una sonrisa afilada y un sonido gutural que helaría la sangre del más templado.
Aparecía sin más, como un fantasma, y sin más se iba.
Cada mes, siempre lo mismo, y el chico nunca dejó de escribir la misma carta. Al principio por miedo a que aquel suceso quedase olvidado si le pasaba algo, y luego por temor a lo que pudiera hacerle la mujer de las sombras si no encontraba dicha carta, ¿y si llegase a preguntarle algo con su espeluznante voz gutural?, no podía arriesgarse a entablar conversación con ella.
Ojeroso y pensativo, no dejaba de pensar en ella, no podía atender en clase... no podía atender al profesor aun estando este mismo dirigiéndose a él.
Su figura no se le quitaba de la cabeza, y no dejaba de oír ese sonido, esa respiración entrecortada.

-¡No vuelvas ha hacer eso! -lo corta una chica de su misma clase repentinamente-, ¿por qué lo haces? ¡¿POR QUÉ?!
Sus manos se agitan nerviosamente, y su tono chillón parece dar a entender que está algo histérica.
-Calma -dice tratando de tranquilizarla-, ¿de qué hablas?
-Ese sonido, no vuelvas a hacer ese sonido ¿entendido?
-¿Qué sonido? -cada vez entiende menos a qué se refiere la estrambótica muchacha.
Su mirada amenazadora le analizan nerviosamente, penetra en él como si fuera un cuchillo, lo que provoca su mudez ante ella, a la espera de una respuesta.
-Estabas haciendo un sonido raro, gutural... No vuelvas a hacerlo.
Y después de eso se vuelve para atender al profesor, ya tranquila, como si no hubiera pasado nada, aunque todavía se puede ver en sus ojos su incomodidad.

“Estabas haciendo un sonido raro, gutural…”

Esas palabras aún suenan en la cabeza del chico.
Se queda pensando en un montón de probabilidades y de repente todo encaja, era posible que al rememorar la noche anterior él hiciera para sí mismo el mismo sonido que lo atormenta por las noches, pero ¿por qué atormentaba también a la chica?
Nada más terminar la clase, sale tras ella. La alcanza ya saliendo del instituto, pues casi iba corriendo, evitando cualquier interacción humana con ella, cualquier tipo de conversación, pero cuando casi está por alcanzarla ésta se para en seco, lo que provoca que el chico casi caiga al suelo de bruces.
Ella se queda mirándolo, acusadora.

-¿¡Por qué diantres me…
-A mí también me visita -la corta el chico a mitad de la pregunta y se le quedó mirando con los ojos desorbitados-. La mujer de las sombras.
Entonces, al nombrarla, parece que el mundo y el tiempo se paran, todo desaparece a su alrededor por un instante.
Ella cae de rodillas, llorando, ya no aguanta tanta presión.
Él por su parte había encontrado a alguien que compartía su miedo, ya no se sentía sólo ante su situación.

-Vamos, no llores. Lo afrontaremos juntos, al menos ya no estamos solos.
Tras esas palabras la chica se le queda mirando seria, serena, y con una sonrisa afilada mientras su rostro va desapareciendo.
Las sombras comienzan a resurgir a su alrededor, su largo pelo cubre sus ojos e inmediatamente comienza a producir ese sonido tan espeluznante, gutural.
Entonces el muchacho lo comprende todo. Para su horror, no era él quien hizo los sonidos guturales cuando los escuchaba en su cabeza en clase, era ella misma a su lado la que lo hizo.
Sus manos buscan su cuello, para agarrarlo fuertemente y estrangularlo.
El chico, ahora paralizado por el miedo, no puede hacer nada por escapar, solo siente cómo se le va escapando el aire.
No puede respirar, y el sonido incesante y gutural rezumba en sus oídos...

Se levantó a voz en grito, mirando rápidamente a los pies de su cama, temblando y empapado en sudor. Respiraba agitadamente.
Había sido muy real, incluso en ese instante escuchaba ese sonido terrible y gutural…
Entonces una mano fría y cadavérica se posó en su hombro. 
El chico enmudeció, sin atreverse a mirar hacia ese lado. No podía ser.
Aún le zumbaban los oídos por el sonido gutural e incesante produciéndose tan cerca de él, aquella criatura lo despertó intencionadamente, pero algo no encajaba.
¿Acaso la mujer de las sombras lo despertó de su propia pesadilla?, ¿acaso velaba por él en las noches sin luna?

Una sonrisa se formó poco a poco en su rostro antes de volverse hacia ella, también sonriente... y hambrienta.

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